UNIVERSIDAD NACIONAL
DE ROSARIO
Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura
Instituto Tecnológico
en Diseño e Innovación
Taller de Ergonomía

Ergonomía

infancia y adolescencia




 

La población infantil se diferencia fundamentalmente de la adulta por su gran dinámica en el proceso de crecimiento.

No todos los niños crecen a la misma velocidad. Por ejemplo, entre los niños pequeños, frecuentemente los más bajos crecen más lentamente. Decir que una niña tiene cuatro años de edad, no nos indica el tamaño de ninguna de las partes de su cuerpo. Para cualquier edad numérica, en ambos sexos, nos encontramos con una amplia diversidad de tipos de cuerpos.
 

Durante el periodo de desarrollo entre la infancia y la edad madura, el medio ambiente exige bastante al crecimiento del niño. Aunque hemos de considerar que muchas de las respuestas del niño a las nuevas situaciones están ya programadas genéticamente, su continuo crecimiento y capacidad para sobrevivir depende de lo adaptable que sea su fisiología para soportar un movimiento cada vez mayor.

Su movilidad se consigue gradualmente por la extensión y crecimiento de los diferentes órganos y partes del cuerpo. El índice de crecimiento de estos órganos y partes no es paralelo, sino que difiere de unos a otros. Por ejemplo: al nacer, los brazos tienen longitud similar al tronco; a los dos años los brazos son un 15% más largo que el tronco; a los siete años los brazos son un 25% más largo que el tronco; en los adultos, los brazos son un 50% más largos que el tronco.
 

Un niño en crecimiento muestra un cambio gradual de apariencia y de forma. Se desarrollan más rápidamente ciertas partes del cuerpo que otras. Un buen ejemplo de esto es la cabeza, en donde se observa que la cara permanece durante bastante tiempo en la infancia relativamente pequeña en relación con el rápido crecimiento del cráneo. El cerebro, tan necesario para la acción, adquiere el tamaño adulto rápidamente. Alcanza un 80% del tamaño adulto entre los cuatro y cinco años de edad; es el momento de la escolarización.


El sistema de reproducción sexual se desarrolla más tarde, alrededor de los once años, momento en que experimenta un rápido crecimiento y se manifiestan las diferencias sexuales. El peso del cuerpo muestra un continuo aumento hasta el sexto o séptimo año en que representa menos del 50% del peso adulto. De los siete a los once años aumenta muy poco, casi a kilo por año.


Durante esta fase en que el peso aumenta casi a kilo por año, tienen lugar los cambios glandulares que son un preludio a los posteriores estados de desarrollo del esqueleto y de los tejidos del cuerpo. A partir de los once años en adelante, el peso del cuerpo vuelve a presentar un aumento constante hasta la madurez.
 
Este aumento está representado por un, a su vez, constante aumento de estatura que, en primer lugar, es resultado del crecimiento de las piernas.


A menudo existe una gran diferencia en el ritmo de crecimiento de las distintas partes del cuerpo, así como variaciones durante dicho crecimiento. El cuerpo del niño se halla en continuo cambio de forma y, por lo tanto, de proporciones. El cuerpo de un niño es propenso a los cambios y estos cambios son normales y avanzan, poco a poco, hacia un equilibrio en la madurez.


La variación del ritmo de crecimiento entre las distintas partes del cuerpo está reglada de tal manera que cada una de ellas alcanza la medida proporcional al papel que ha de desempeñar en su momento en la fisiología del cuerpo.


Las glándulas endocrinas proveen los reguladores y los mecanismos exactos que controlan los procesos de crecimiento.


El cuerpo humano, durante el desarrollo y el crecimiento, cambia de tres maneras: entre el nacimiento y la madurez los incrementos aproximativos en cada una de las tres dimensiones son: para la estatura, un aumento de tres veces y media; la superficie de la piel, un aumento de siete veces, el peso, un aumento de veinte veces.


El ser humano posee el período de crecimiento más prolongado de todos los animales. La infancia del ser humano, por ejemplo, es aproximadamente tan larga como toda la vida de un mono. El ser humano requiere un promedio de veinte años para llegar a la madurez.

La edad numérica de un niño no se puede tomar como punto de referencia al establecer el desarrollo hacia su madurez física. Decir que una niña tiene trece años de edad no representa ninguna prueba de que haya alcanzado un estado determinado de la pubertad. Tampoco representa ningún indicio que nos asegure el tamaño de cualquier parte de su cuerpo. La edad numérica es mucho menos importante que las medidas y proporciones del cuerpo.


Al estudiar el desarrollo del cuerpo, aún dejando aparte la edad numérica, nos topamos con dificultades. Entre los niños pequeños, con frecuencia los más bajos crecen más lentamente, mientras que entre los adolescentes son los más altos los que crecen más despacio, y los más bajos crecen con más rapidez durante un periodo más largo de tiempo.


Esto tiende a acentuar la gran diversidad de medidas del cuerpo de los niños. Para cualquier edad numérica, en ambos sexos, nos encontramos con una  amplia diversidad de tipos de cuerpo.


La figura de un niño no es la de un adulto en miniatura. Se reforma y parece que se deforma conforme progresa. Están presentes las mismas partes que en el adulto, pero adoptan continuamente nuevas proporciones. Hay veces en que los pies parecen demasiado grandes para las piernas, las manos demasiado grandes para los brazos, o los antebrazos demasiado grandes para los brazos; estos ejemplos podrían ser fácilmente multiplicados.


En la primera infancia los niños son generalmente rechonchos, con dimensiones relativamente grandes en el tronco y la cabeza. La parte superior del cuerpo es proporcionalmente mayor que la inferior. La longitud, el ancho y el perímetro de la cabeza representan cerca del 96% de la dimensión adulta ya a los diez años.


Durante el primer año de vida la sección horizontal del tórax es cilíndrica, las costillas inferiores son horizontales, y la parte superior aparece estrechada. Durante el segundo año, la sección horizontal se convierte en oval. Las dimensiones verticales torácicas son inferiores en la infancia, y el tórax aparece muy pequeño comparado con el abdomen.


Los recién nacidos son de hecho solo digestión o indigestión, sin lugar a hablar de locomoción. Hasta alrededor de los seis años los miembros aparecen relativamente cortos y diminutos.


Después de los seis años las piernas y los brazos aumentan en relación con el tronco. A lo largo de la infancia la velocidad de crecimiento de los brazos y las piernas permanece distinta a la velocidad de crecimiento del tronco y de la cabeza. Con el crecimiento de los miembros, el niño en crecimiento empieza a asumir el papel completo de los primates bípedos, manteniendo su postura bípeda con mayor facilidad y desarrollando un uso cada vez más libre de los miembros anteriores para asir, balancear y manipular, y mostrando asimismo una apreciación táctil de las manos cada vez mayor. En un estado avanzado del desarrollo, con un pecho más amplio y clavículas más largas, y con un poder mayor para pronar y supinar los antebrazos, el niño en crecimiento puede obtener un mayor vigor en el brazo y una mayor destreza en las manos.


Hasta alrededor de los nueve años, el crecimiento de ambos sexos es más o menos el mismo.


Durante los años de la preadolescencia, el crecimiento se concentra en la elaboración de un fuerte esqueleto y de tejidos de extensión.     


Entre los diez y los once años, se adquiere una estatura cada vez mayor gracias al constante crecimiento de los miembros inferiores. Alrededor de los doce años las vértebras cervicales se alargan y el cuello aparece por primera vez.

Las clavículas empiezan a descender hasta la horizontal, que es su posición adulta. Durante este tiempo, el tronco conserva una apariencia pequeña en relación con todo el conjunto. La cintura va definiéndose más y posibilita un mayor movimiento entre la pelvis y el tórax.


Alrededor de los once años, las diferencias físicas externas entre los dos sexos empiezan a aparecer como resultado de los procesos de diferenciación morfológica sexual.


El periodo de la pubertad se presenta a diferentes edades en los niños que en las niñas, llevando las niñas dos años de adelanto sobre los niños. Las niñas son generalmente más pesadas, más altas, y tienen una mayor superficie corporal que los niños en el periodo prepuberal, pero son generalmente más ligeras que ellos en la pubertad. Los niños empiezan a aumentar de peso en el periodo prepuberal más avanzado.


Los segmentos de los miembros continúan creciendo, y en particular la proporción existente entre la longitud de las piernas y el tórax aumenta durante la primera y la mediana adolescencia. El tórax permanece estrecho, aunque la inclinación de los hombros empieza a acentuarse, dado el aumento de peso de los brazos.


A partir del onceavo año en las niñas, y del doceavo año y medio al quinceavo año en los niños, tiene lugar una notable aceleración del crecimiento.

 

Durante el periodo de crecimiento del adolescente existe un aumento muy marcado en la medida de varias partes del cuerpo.


El crecimiento empieza con un aumento del tamaño de los pies. Después, la parte inferior de la pierna se extiende en longitud y esto continua con la extensión de la parte superior de la pierna y del muslo. En todas las etapas de la niñez las dimensiones de los pies aumentan más rápido que la de los brazos, las de las piernas y las del tronco, y están más próximas a las futuras medidas adultas. Los incrementos en el crecimiento de los pies pueden producirse un año o dos antes que los de la estatura.


Tres o cuatro meses después de que los pies empiecen a crecer, las caderas y el pecho empiezan su desarrollo en ancho. Los hombros de los niños y el peso del tronco se incrementan en relación con el ancho de las caderas y las proporciones masculinas empiezan a definirse.


A las niñas, al contrario, se les desarrollarán las caderas y así empezará el desarrollo de la típica silueta femenina. Las diferencias sexuales de proporción se acusan en la región del tronco con el desarrollo del pecho en la mujer.

Asimismo, siendo más estrechos el tórax y la cintura escapular y el hueso del esternón más bajo que el de los chicos, los hombros de la niña empiezan a perfilar su característica estructura delicada.


Dejando aparte el desarrollo de las glándulas mamarias y del tejido del pecho, tanto las niñas como los niños tienen un desarrollo del pecho similar.


En la cabeza, la cara ha permanecido pequeña durante la infancia pero, tan pronto como el último diente permanente aparece, los huesos faciales empiezan a desarrollarse. La cara se alarga y la barbilla se hace más prominente; surge ya la apariencia adulta.


En la región de los brazos el desarrollo durante el crecimiento sigue un orden similar al de las piernas.


En la primera y media adolescencia, es el crecimiento de las piernas el que dirige a la totalidad del cuerpo hacia una estatura madura. La proporción madura y la estatura final se obtienen en la última etapa de la adolescencia por crecimiento del tronco. La longitud del tronco, las piernas y la cabeza, son los constituyentes de la estatura.


El rango de estaturas para cada edad y para cada sexo aumenta con la edad, aunque entre los seis y los doce años no es tan amplio. Después de los 14 o 15 años de edad hasta la madurez el rango de estaturas aumenta hasta 203,2 mm a cada lado del valor medio, el 5º y 95º percentil dan valores de más o menos 101,6 mm. El rango completo de estaturas normales adultas puede limitarse inferiormente por 1397 mm. y superiormente por 2006, 6 mm. respectivamente.    
 

El crecimiento no para súbitamente, pero finaliza en las regiones del tronco y de la cabeza.


El tronco puede continuar creciendo hasta los 25 años o más, y las medidas de la cabeza pueden aumentar, en un bajo porcentaje de casos, durante un periodo mucho mayor. Las formas del crecimiento tardío pueden resultar muy confusas, pues existe la posibilidad de confundirlo con un extra crecimiento patológico. Este caso concierne a un número restringido de individuos.


Las diferencias sexuales más evidentes están reflejadas por cambios en las medidas y formas del cuerpo.

Los diferentes índices de crecimiento entre los sexos varían en lo concerniente al ancho de los hombros y caderas, a la longitud del tronco, a la medida de la cabeza y a las proporciones de los segmentos de brazos y piernas. El momento de crecimiento adolescente tiene lugar más tarde en el varón que en la mujer, y es más prolongado en el varón. Las diferencias esenciales en medidas y proporciones entre varones y mujeres adultos es, en buena parte, el resultado del momento de crecimiento adolescente. El que en el varón este momento sea más prolongado, le proporciona huesos más largos y un cuerpo de medidas mayores.

Asimismo, aumenta la estatura. Los niños, desde el nacimiento, son en general más grandes que las niñas en todas las etapas del crecimiento, excepto durante la primera etapa del crecimiento en la adolescencia.
 

La fuerza y resistencia de las niñas y los niños aumenta con el desarrollo de huesos y músculos. Generalmente, el máximo de fuerza se da alrededor de un año después de haber alcanzado el máximo de estatura.


Aunque los niños esperen hasta una edad más avanzada que las niñas para alcanzar su máximo de fuerza, la de éste resulta superior debido al mayor desarrollo de músculos y huesos. La fuerza superior desarrollada por el varón es proporcional a su crecimiento más prolongado en la adolescencia, que le proporciona huesos más largos y músculos más fuertes.


Esta fuerza superior de los niños y de los adolescentes, jóvenes y adultos varones, asimismo el resultado de una mayor amplitud de hombros, que representa una característica notable del dimorfismo sexual masculino, así como la pelvis ancha es una característica del sexo femenino.
 

Variación de estaturas entre niños y niñas.
 


 

El tamaño de la cabeza ha sido utilizado como unidad para obtener la variación de proporciones en el cuerpo a diferentes edades. En su primer año, el niño mide cuatro cabezas; a los cuatro años, mide cinco cabezas; a los nueve, seis; a los dieciséis, siete; y en la edad adulta, mide siete cabezas y media. Un niño, a los dos años, mide la mitad que un adulto. Éstas, son sólo equivalencias aproximadas.