La Ingeniería: su evolución y transformación de
oficio a profesión.
Desde la más remota antigüedad, en el pasado de distintas civilizaciones:
egipcia, caldeo-asiria, griega, romana, medioevo y renacimiento europeo, se
construyeron obras de ingeniería que aún hoy perduran y nos maravillan.
Pirámides, templos, canales de riego, acueductos, fortalezas, caminos,
catedrales romanas y góticas, palacios árabes, máquinas bélicas como catapultas
y cañones, fueron pensadas, dirigidas y construidas por hombres a quines se
llamó ingenieros (del latín ingenium: máquina o artificio mecánico) que
realizaron su tarea sobre la base de conocimientos prácticos, sentido común e
inventiva personal, pero careciendo en general de una base metódica de
conocimiento científico para aplicar a su trabajo.
Aún durante la Revolución Industrial del siglo XVII, origen del actual proceso
industrial, hombres ilustres como John Kay, James Watt y George Stephenson,
desarrollaron lo que hoy llamamos el “saber hacer” como acumulación de
experiencias adquiridas por aprendizaje empírico práctico ya que eran tiempos
donde tanto científicos como ingenieros no se preocupaban para que las
investigaciones de los primeros fueron aplicadas por los segundos.
Vale decir entonces que durante treinta siglos la ingeniería fue un noble
oficio, pero oficio al fin.
Recién a fines del siglo XVIII se produce en Francia la transformación de la
ingeniería de oficio en profesión, al crearse en 1794 la Ecole Polytechique de
París, con el objeto de inculcar formación básica general de conocimiento
científico: matemáticas, sistemas de representación, física y química
indispensables a la formación profesional de los futuros ingenieros militares y
civiles. Ese fue el punto de partida u origen de nuestras actuales Facultades de
Ingeniería.
Creador y primer director de la Ecole fue Gaspard Monge, quien sintetizó sus
objetivos en el Programa de la institución: “....es necesario divulgar y enseñar
el conocimiento de un gran número de fenómenos naturales indispensables al
progreso de la industria. También hacer conocer los procedimientos de las artes
y las máquinas con el objeto de disminuir la mano de obra y obtener trabajo más
uniforme y de mayor precisión.” Y es así que por mérito de Monge y de un
extraordinario cuerpo docente que integraban los científicos Aragó, Berthollet,
Fourier, Lagrange, Laplace y Legendre entre otros, que egresaron de la Ecole
talentos como Carnot, Lacroix, Poncelet, Prony, etc. –ilustres ingenieros todos
ellos- y sobre todo una brillante generación de ingenieros militares que
prestaron sus servicios profesionales en el ejército de Napoleón, pasando a la
historia con el nombre de “Aguilas Imperiales”, y más tarde a partir de 1812,
con la derrota de Bonaparte, emigraron de Francia poniendo su espada y
conocimientos profesionales de ingeniería al servicio de los países americanos
en la lucha por su emancipación como a continuación veremos.
Ingenieros Militares franceses en el Ejército Libertador.
En enero de 1814 al reemplazar el General San Martín a Belgrano en el comando
del ejército del norte escribe en un oficio enviado al gobierno: “Yo no he
encontrado más que los tristes fragmentos de un ejército derrotado. Un hospital
sin medicina, sin instrumentos, sin ropas y el espectáculo de hombres tirados en
el suelo sin poder ser atendidos”.
Pero ya sabemos que para los hombres de coraje se hicieron las empresas y así da
comienzo su tarea construyendo en las afueras de Tucumán un campo atrincherado
que llamó La Ciudadela para restaurar la fe civil y dar capacidad militar a la
tropa según el nuevo modelo europeo. A tal efecto fundó una escuela de
matemáticas destinada a preparar ingenieros ya que uno de sus principios era que
no hay ejército sin matemáticas y el otro que el soldado se forma en los
cuarteles y no en las batallas. Según Ricardo Rojas, todo era nuevo allí como
doctrina e igualmente nueva la autoridad de quien la predicaba con el ejemplo,
imponiendo la decencia y el estudio.
Pero todavía faltaba algo, y así en 1816 ya desde Cuyo escribe al Congreso:
“Ustedes se molestaron en proporcionar los medios para salvar al país, como se
fatigaron en averiguar las causas de nuestras desgracias, pero sepa usted que
ésas se deben –hablo en lo militar- a que no tenemos un solo hombre capaz de
ponerse al frente de un ejército. Busquen en la Francia seis u ocho generales
(que en el día de hoy no tienen que comer). Tráiganlos y verán ustedes como
todas nuestras operaciones y sucesos varían. Hagamos justicia a nuestra
ignorancia y que el orgullo no nos precipite en el abismo”.
Así llegaron al Río de la Plata entre otros Antonio Arcos, Jacobo Boudier, Barón
Eduardo Hollemberg, Felipe Bertres, Narciso Parchappe, etc. entre otros, que
tuvieron destacada actuación militar, y finalizada la guerra se quedaron en el
país prestando sus servicios profesionales y siendo ilustres antecesores de la
ingeniería argentina.
Presencia y acción del Libertador Gral. San Martín.
La inmensa personalidad de San Martín tiene facetas que como bien lo señala
Ricardo Rojas, exceden al adocenado jinete de las estatuas ecuestres y al
genérico prócer de las oleografías escolares. Los resortes morales de su
conducta, la amplitud humana de su conciencia, la índole militar de su gesta y
el alcance militar de su proeza fueron ampliamente destacados por ilustres
historiadores y hombres de letras, que al honrarlo se honraron.
El propósito de este trabajo fue destacar un aspecto colateral de su actuación,
que directa o indirectamente, tanto valor y significado tuvo para la ingeniería
argentina.
San Martín fue un hombre de su época: un hombre de acción, que sólo cursó
estudios primarios porque a los trece años ya andaba en batallas. Pero fue
poseedor de un formidable genio que le permitió aprovechar al máximo su
educación autodidacta. Las ciencias exactas en general y la geometría en
particular fueron según Ricardo Rojas las disciplinas predilectas que templaron
su espíritu y forjaron su personalidad.
Guiado por su ferviente amor a la patria e inquebrantable voluntad, casi desde
la nada, con muy pocas cosas, cuando llegó el instante de la partida, San Martín
puso en marcha aquella enorme máquina de hombres, animales y pertrechos que
cruzó los Andes y liberó América, hecho que hay que remarcar sin jactancia pero
con mucho orgullo: ¡también es obra de ingenieros!
* Profesor Titular del Departamento de Dibujo de la FCEIA, a cargo de las
cátedras Sistemas Gráficos y Sistemas de Representación.