Sobre el ruido de los petardos

 

Federico Miyara

 

Los petardos pueden producir fácilmente niveles sonoros muy altos, siendo el ruido que producen de carácter impulsivo. Esto significa que tiene un tiempo de subida muy corto, es decir un comportamiento transitorio muy rápido. Aunque el oído humano tiene varias protecciones naturales contra el ruido, ninguna de ellas es capaz de contrarrestar este tipo de ruido. En efecto, los mecanismos protectores requieren tiempos considerables para actuar. Por ejemplo, en el oído medio hay un músculo que, 200 ms después del comienzo de un ruido intenso, reacciona restringiendo su transmisión hacia los delicados mecanismos del oído interno. Sin embargo, 200 ms es demasiado tiempo cuando el ruido en cuestión es impulsivo. Esto implica, por lo tanto, que sin una adecuada protección auditiva artificial el oído queda expuesto a estímulos muy peligrosos que podrían causar daños auditivos irreversibles como el trauma acústico, los acúfenos y diversos grados de sordera.

Al igual que con las armas de fuego, los niveles de presión sonora involucrados alcanzan los 150 dB o más. La manera habitual de medir estos ruidos de modo de obtener resultados significativos es utilizar la escala C del sonómetro (es decir obtener la lectura en dBC en lugar de en dBA como es costumbre al medir otros tipos de ruido) y usar la respuesta temporal I (impulsiva) o PEAK (pico). La escala C implica un filtro no sólo más simple, sino que además introduce menos retardo en la respuesta, mientras que la respuesta impulsiva supone también un tiempo de reacción muy corto (35 ms), apropiado para seguir la evolución de un sonido tan corto. Muchos sonómetros carecen de respuesta impulsiva, en cuyo caso es posible obtener la máxima respuesta con respuesta F (rápida) y sumar 10 dB a la lectura del instrumento.

La Organización Mundial de la Salud sugiere que los ruidos de impulso no deberían superar los 140 dB de pico en el oído. Pero en la sección sobre juguetes, el criterio es de 130 dBC de pico en el oído del niño como máximo. Dado que casi con seguridad la detonaciíon de explosivos se hará en presencia de criaturas, sería preferible limitar el nivel sonoro de pico de los petardos a 130 dBC, medidos a la distancia a la cual normalmente se utilizan. Como muchos sonómetros no llegan a medir niveles tan elevados, la verificación podría llevarse a cabo de la siguiente manera. Se ubica el petardo a ensayar en un espacio abierto, tal como un parque o el campo, cuidando que no haya superficies reflectantes cercanas, y se mide el ruido que produce a una distancia apropiada, por ejemplo 50 m, o lo que convenga para obtener resultados válidos. Luego se agregan 6 dB por cada reducción a la mitad de la distancia hasta llegar a la distancia habitual. Así, por ejemplo, si normalmente se utiliza a 3 m, podría detonarse a 48 m de distancia, lo cual reducirá la lectura en 24 dB. Si en esas condiciones se miden 115 dB, entonces el nivel a la distancia de uso será de 139 dB.

Si el valor determinado se encuentra por debajo de 130 dBC, sería aceptable según los criterios expresados por la Organización Mundial de la Salud. Sin embargo, dado que no es posible garantizar que todos los usuarios hagan detonar estos artefactos a la misma distancia, y para evitar accidentes, deberían descartarse los petardos que producen más de 130 dBC de pico a 60 cm de distancia. Si el petardo llegara a explotar cerca de la mano del usuario podría asegurarse así una relativa seguridad. Ya bastante malo sería perder algunos dedos como para perder también el sntido del oído.

Estas precauciones responden a que con toda seguridad los usuarios no utilizarán protectores auditivos cuando detonan explosivos, dado que buscan obtener "placer" de la gran sonoridad de la explosión.

Otra medida interesante sería prohibir la comercialización de petardos excepto en unas pocas fechas tradicionales, como Navidad o Año Nuevo, pero no en sus largas vísperas.

Pero, indudablemente, lo más adecuado sería eliminar por completo los petardos. Por empezar, siempre implican un riesgo (físico y auditivo) para los usuarios, tanto mayor cuando son niños pequeños. Luego, su sonido se asemeja demasiado al de un disparo de arma de fuego, estimulando una especie de subliminal aceptación de éstas, lo cual va en proporción directa con el desprecio por la vida. Por último, su uso está favorecido por la idea (equivocada) de que para que haya diversión y alegría se necesita ruido, y muy intenso. Esto es un error. Uno puede estar muy contento y disfrutando enormemente sin necesidad de estar rodeado de mucho ruido, inclusive un ruido que en muchos casos excede no sólo lo recomendable sino inclusive el límite de dolor.

 

E-mail: fmiyara@fceia.unr.edu.ar
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